Juan Javier Gómez Cazarín
La ciencia médica y la tecnología han avanzado enormes distancias desde que los europeos de la Edad Media fueron azotados por la Peste Negra a mediados del siglo XIV. Nuestro conocimiento del cuerpo humano, su funcionamiento y sus enfermedades, su relación con los microbios, la importancia de la higiene, el dominio de vacunas y fármacos nos ubica al otro extremo de la capacidad humana para prevenir y curar dolencias que antes eran sinónimo de muerte obligada.
En cambio, está ampliamente documentado que la naturaleza humana, con sus pasiones, miedos y contradicciones, con su generosidad, su heroísmo, su avaricia y su mezquindad, parece ser exactamente la misma, inmutable con el paso del tiempo. Nuestro temor a la muerte, a perder a un ser querido, nuestra reacción -a veces agresiva- a lo desconocido pueden ser idénticos a los de un campesino medieval al otro lado del Atlántico hace 650 años.
Los europeos del siglo XIV no tenían medios para explicarse el origen de la enfermedad que mató de forma horrible a cientos de millones de personas -se sabría después que era la picadura de las pulgas de las ratas-. Entonces le echaron la culpa a los judíos, a los leprosos, a los extranjeros y a cualquiera que consideraran distinto. Algo tan simple como padecer acné o soriasis podía derivar en ser asesinado. En Estrasburgo, dos mil judíos fueron masacrados, cientos de ellos quemados vivos en la plaza pública.
El siglo XX también tuvo lo suyo. El actor Tom Hanks ganó un premio Óscar por su papel en la película Filadelfia, en la que retrata la discriminación sufrida por un joven y exitoso abogado que contrae Sida a principios de los 90 del siglo pasado. La película describe cómo el miedo y los prejuicios son la peor infección en una sociedad. Pocos años antes, una imagen de la difunta princesa Diana saludando de mano a pacientes con Sida había sacudido a la opinión pública. Ahora, muchas personas -todavía no todas- sabemos que no existe ningún riesgo en saludar a un paciente con VIH y que negarles dicho saludo es inhumano. (Por ironías de la historia, el sábado se cumplirán 26 años de que Tom Hanks ganó ese Óscar, mientras que el actor y su esposa se encuentran, actualmente en la vida real, en cuarentena en Australia).
Hoy, en tiempos del coronavirus en el mundo, tristemente nos asecha lo peor de la pandemia: el miedo irracional que ayuda en muy poco. La histeria personal que se convierte en colectiva. Los rumores sin fundamento. Las informaciones falsas, a veces inocentes, a veces maliciosas.
Son tiempos de escuchar a las autoridades de salud para atender sus recomendaciones con responsabilidad pero sin pánico. Recordemos que cerrar el paso al coronavirus está (literalmente) en nuestras manos, las que debemos lavar con frecuencia.
En el Congreso del Estado la vida y el quehacer legislativo siguen su marcha. Eso sí: suspendimos los registros de acceso con huella dactilar, cancelamos los eventos al público -foros, conferencias, exposiciones- y estamos haciendo arreglos para que nuestras reuniones imprescindibles convoquen al menor número de asistentes posibles. Y no, no compramos papel higiénico para llegar a diciembre.
El desafío del coronavirus lo vamos a superar juntos, con el temple con el que los mexicanos hemos enfrentado otros retos de nuestra historia. Con serenidad y mucha inteligencia, con responsabilidad, con las manos (limpias) puestas a la obra, esto también pasará.
Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso de Veracruz.